20.1.12

Ahogaste la llave de mi tesoro,
mientras dejabas sonar el teléfono.
Sufriste la locura del gran Dios,
mientras te escondías en cavernas de sal.
Fue una grata historia de amor,
con el final ya contado de un castillo de cartas...
Entre nosotros dos brillo la suerte, 
robando la posibilidad de consuelo. 
Cacheteo a esta rota ilusión, y me bajo el pulgar.
Me invita a nublar mi fe. 
Aunque siempre es lo mismo,
ronroneo, y a la cama.
Y solo queda esa estatua que plantamos algún día.

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