30.4.12

A veces creo perderme en tu mirada, obnubilarme en esas puertas del alma...
Y mientras te acaricio no importa el pasar de las horas, ni el caer del sol, siempre se que hay un minuto más.
Mientras recorro tu cuerpo en un beso efímero y eterno, pierdo la memoria y la cordura, en un suspiro perpetuo, en gritos y placeres al caer la luna, en hierbas en mis pulmones, y chocolates para bajar... 
Vuelvo a caminar por el riesgo, sopesando siempre la idea de caer, pero confiando en vos, y en que no me dejaras herir con nada.
Busco el camino (otra vez!), pero de tú mano.
Sin nada escrito, pero con todo un futuro por escribir. 
Con el alba golpeando las puertas de este nuevo día que amanecemos juntos, disfrutando de la bella fatalidad de saber que nada y todo no tienen fin...

6.4.12

No le temo al ocaso. Ni al alba que marque un nuevo día.
No tengo miedo a tus ojos, ni a tu aliento de la noche anterior,
solo temo perderme en la locura que corre por mis venas,
al parafrasear sobre el futuro, sobre los rayos del sol en mi piel, una vez más.
Temo a la locura, pero temo más a la sensatez.
Solo cavilar sobre la ausencia de tu piel en mis sabanas,
produce un temblor en mi alma, vendiéndosela al diablo,
por una céntima de anestesia que calme el ardor.
“Displicuit nasus tuus”, y corrió por el camino al Gehena.
Extraño tus clamores al amanecer, tus gritos de lucra y tus quejas insensatas,
tus vicios, pero por sobre todo, echo de menos tu morbosidad (casi poética)
que le daba lo que le faltaba a mi noche, “ad infinitum”.
Mis manos se aferran a soluciones efímeras, y a silencios al hacer el amor.
Cada vez me cuesta más mantener el hilo, no irme por las ramas de mi pensar,
no dejarme llevar por esperanzas absurdas, de retornos heroicos y realidades felices.
Pero ya no detesto el crujir de las hojas de otoño bajo mis pies.
Ya no le temo al nuevo comienzo de un helado invierno, y eso me hace fuerte… CREO.

2.4.12

Vuelve el insomnio.
Volvió con tu recuerdo, y con tu perfume, acompañado de tu imagen en mi retina (imborrable e invariable).
Le vendí mi libertad a ese fantasma, hace una larga primavera, rogándole solo no desear volver, y me embauco.
Me pierdo en las sombras, en el comienzo del frío, y extraño prepararte café.
Todo duele morocho, todo sufre en mí...y me enojo; por darte este lugar, por darme el lugar.
No comprendo como puede doler tanto aunque el reloj siga corriendo, y corriendo, incansable.
Pierdo y doy de nuevo. Vuelvo a perder, y hoy... ya no quiero jugar...