6.4.12

No le temo al ocaso. Ni al alba que marque un nuevo día.
No tengo miedo a tus ojos, ni a tu aliento de la noche anterior,
solo temo perderme en la locura que corre por mis venas,
al parafrasear sobre el futuro, sobre los rayos del sol en mi piel, una vez más.
Temo a la locura, pero temo más a la sensatez.
Solo cavilar sobre la ausencia de tu piel en mis sabanas,
produce un temblor en mi alma, vendiéndosela al diablo,
por una céntima de anestesia que calme el ardor.
“Displicuit nasus tuus”, y corrió por el camino al Gehena.
Extraño tus clamores al amanecer, tus gritos de lucra y tus quejas insensatas,
tus vicios, pero por sobre todo, echo de menos tu morbosidad (casi poética)
que le daba lo que le faltaba a mi noche, “ad infinitum”.
Mis manos se aferran a soluciones efímeras, y a silencios al hacer el amor.
Cada vez me cuesta más mantener el hilo, no irme por las ramas de mi pensar,
no dejarme llevar por esperanzas absurdas, de retornos heroicos y realidades felices.
Pero ya no detesto el crujir de las hojas de otoño bajo mis pies.
Ya no le temo al nuevo comienzo de un helado invierno, y eso me hace fuerte… CREO.

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